Diversidad, originalidad en las expresiones de los cepajes, óptimas condiciones agroecológicas son cualidades que hacen de la Argentina uno de los polos más atractivos a nivel mundial para la elaboración de vinos de sobresaliente calidad. Una de las fortalezas más importantes de esta vitivinicultura netamente continental es la armoniosa conjunción de tres pilares fundamentales: clima, suelo y cepaje.
En las más de 210 mil hectáreas de viñedos un amplio parque varietal ha logrado adaptarse, alcanzar la plenitud en sus caracteres y ofrecer
Tiempo de poda, nueva ocasión para caminar las viñas y preparar la vid para un nuevo ciclo productivo. La poda es una práctica agronómica vital para guiar el desarrollo de la cepa y determinar la futura producción. Obreros calificados son los encargados de hacer brillar las tijeras entre los brazos de la planta. Los sarmientos -la porción de tallo que se corta- irán a animar el fuego del horno o a generar nuevas vides en los viveros donde se reproducen las plantas.
al mercado memorables ejemplares de los cepajes clásicos, junto a una gama de variedades que están siendo redescubiertas y potenciadas; otras, en proceso experimental prometen para los próximos años “perlas” cultivadas en los suelos argentinos.
El viñedo, con la Cordillera de los Andes como imponente telón, es el paisaje emblemático de gran parte del Oeste argentino. Gracias al trabajo del hombre, esta región caracterizada por el clima desértico se ha transformado en un fecundo oasis. Así, todo el año la postal vitivinícola se tiñe de los colores que le aportan la naturaleza y su gente.
Cada temporada, cuando se inicia el ciclo para la vid, un nuevo diseño comienza a dibujar las líneas del vino que la bodega desea obtener.
Ya que la vid es una planta trepadora, el sistema de conducción es fundamental para orientar el crecimiento de los brotes. Así, después de la poda, los viñateros atarán las ramas al alambre para fijarlas y ordenar la futura distribución de los racimos con el fin de lograr la mejor exposición solar.
En setiembre y con los primeros brotes, la viña adquiere nuevo ritmo. Es momento de labrar un poco el suelo para facilitar el riego y quitar las malezas. Aproximadamente en octubre, el hombre de viña afina su mirada para asegurarse de que los brotes estén bien iluminados. Para eso, si es preciso, se practica un cuidadoso deshoje que mejorará también la ventilación de las plantas y la sanidad del viñedo. Si fuera necesario, también se eliminan, “ralean” o “desbrotan” algunos pequeños racimos en formación para que la fuerza de la vid se concentre en frutos más pequeños. Así se obtienen vinos más expresivos y de mejor cuerpo.
Durante la primavera y los primeros meses del verano, entre setiembre y diciembre, el riego se sistematiza con el fin de brindarle a la planta sólo el agua necesaria para su desarrollo.
Momento fascinante: la alquimia del racimo se traduce en color. Es el “envero”. Las uvas blancas pasan del verde amarillento al dorado y las tintas matizan el incipiente rojo con destellos negros, azules y violetas.
Y ese diseño surge necesariamente del viñedo, del clima y del suelo donde está implantado el cepaje y de las labores culturales que se practiquen.
En marzo, una vez finalizada la cosecha, el viñedo luce todos los matices del ocre y el rojo. La planta necesita recuperar sus nutrientes y, para eso, los labriegos aran la tierra a fin de limpiar los surcos y oxigenar el suelo. Será frecuente ver, entonces, los arados recorriendo hileras y los caballos, en las pequeñas propiedades, aportando su nobleza a la escena.
Todo está listo para la vendimia. Los cepajes blancos más tempranos comienzan a cosecharse hacia finales de enero y los tintos se hacen esperar incluso hasta entrado abril. La Fiesta de la Vendimia tiene su escenario natural entre las hileras. Hombres y mujeres, con sus tijeras y sus sombreros, recogen cuidadosamente el fruto madurado al sol.
Estos racimos, que ya anuncian el vino nuevo, irán de la viña a la bodega. La celebración continuará en los lagares y los tanques. Pero el viñedo reposará en el descanso. La tarea cumplida merecerá ser luego degustada. Y en la próxima cosecha todo volverá a comenzar.